Es sin duda la más primaria e inmediata de las propiedades que podemos observar en los minerales y por tanto en las gemas, siendo el principal componente de su belleza, aunque no constituya por si misma un elemento diferenciador decisivo. En muchas ocasiones ha sido el origen del nombre dado a la misma (rubí, hematites, azurita, etc.).

Sin entrar en detalles de la física del color, ajena a nuestro propósito, digamos que los colores que nosotros percibimos se corresponden con las longitudes de onda no absorbidas por el cuerpo observado al ser iluminado
este por una luz básicamente blanca (que comprende longitudes de onda de todo el espectro visible). De este modo un cuerpo que deje pasar toda la gama de longitudes de onda se nos presentará como transparente, en tanto que será negro si absorbe la totalidad de ellas.

Citrino facetado

En general los colores de las gemas son debidos a la presencia en pequeñas cantidades de elementos determinados que absorben concretas longitudes de onda. Tal es el caso del Cr, Co, Cu, Mn, Ni, Fe, etc, elementos de transición, con múltiples valencias cuyos compuestos presentan siempre vivos colores. Conviene notar, sin embargo que la misma sustancia en diferente red cristalina proporciona distinto color; caso del Cromo, que en el corindón da color rojo (rubí) y en el berilo da color verde (esmeralda); a veces esto es debido a la valencia de combinación presente.

Excepción de lo dicho son el zircón que deben su color a la presencia de tierras raras (uranio y torio entre ellos), cuya actividad produce modificaciones en su estructura cristalina, o el cuarzo ahumado del que se cree que su color es debido a una distorsión o deformación cristalina provocada por radiaciones atmosféricas absorbidas por la piedra.

Un procedimiento utilizado desde antiguo para determinar el color propio de una gema (distinto del que muestra por acción de las impurezas presentes) es rayar con la misma una superficie de porcelana no vidriada produciendo un color característico que puede ayudar a clasificarla. Se trata de un método agresivo que no debe ser aplicado a piezas talladas.

Aguamarina tratada
térmicamente

Sin embargo, el color no siempre es algo inmutable en las piedras preciosas; algunas modifican su color con el paso del tiempo y la acción de la luz solar (como la amatista o el cuarzo rosado que se tornan). En otros muchos casos se producen notables modificaciones en la coloración original de las gemas por la mano del hombre, ya sea por tratamiento térmico, tinción o radiación.

Según la CIBJO cualquier modificación de color natural de una piedra debe indicarse explícitamente, excepto el ámbar, aguamarina, morganita, zafiro, rubí, citrino, prasiolita, amatista, topacio rosa, turmalina o tanzanita azul, que tratadas térmicamente el color obtenido es permanente e irreversible.

Algunas piedras preciosas básicamente transparentes presentan distinto color según la orientación de las mismas debido a su birrefringencia que hace que la luz encuentre distinto índice de refracción en cada dirección. Dado que el fenómeno se asocia a la birrefingencia, las piedras cristalizadas en sistema cúbico o no cristalinas (amorfas) no lo presentan, las que cristalizan en los sistemas hexagonal, tetragonal y trigonal muestran dos colores (dicroísmo), en tanto que las pertenecientes los sistemas rómbico monoclínico o triclínico mostrarán hasta tres colores principales (tricroísmo o genéricamente pleocroísmo).